Job, aunque haya perdido todos sus bienes y su mujer y sus hijos y le haya tocado la lepra para su cuerpo, no deja de rezar a Dios. Lamenta la hora de haber nacido, pero no se cabrea con Dios. Vienen amigos a consolarle y nunca reniega de la divinidad. Se queja, se queja como cualquier mortal al que le haya tocado sufrir males, pero no deja de querer seguir viviendo para Dios. En esta vida no sabemos qué bombón nos va a tocar, como decía Forrest Gump. Pero hay que seguir siendo agradecido con la vida que nos dio Dios y ver qué cosa es buena en nosotros mismos para seguir viviendo. Todos tenemos un destino en nuestras vidas. Uno vive para otros algunas veces y sin una gota de agua que somos, el mar no sería el mar. Dios nos hace y nos da en vida males o bonanzas. Pero hay que mirar a Dios siempre.
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