Un señor dibujaba comics, luchaba con la viñeta siguiente. A veces la viñeta siguiente no acudía a su mente y lo pasaba mal, se quedaba atorado en mitad de la historia. Pero casi siempre salía triunfante porque se daba un paseo por la ciudad y le venía la continuación al ver a una señora que decía tal cosa u oía en la cafetería, mientras se tomaba un café, una historia que le valía para rellenar su cómic de la siguiente viñeta. Pero llegó un día en que la gente solo hablaba de papeles, de política, de asuntos administrativos y de otros asuntos que no creaban una historia. Y el hombre se quedó sin historia que contar, se quedó agarrado a la brocha, se quedó solo frente a su cómic. Y no fue capaz de seguir el cuento porque la gente ya no tenía cuento, solo tenía problemas político burocráticos.
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