martes, 14 de octubre de 2025

 Batallando con la realidad, las horas me tienden una trampa infinita, llena de minutos que no terminan de pasar. El tiempo mío se convierte en un espacio de lucha, de estar atento al reloj para comprobar que las actividades del corazón no son como yo querría sino más lentas, más oscuras en el fondo de mi vida. Los hechos desaprueban mi felicidad, la vuelven mentira o algo inexistente. Las calles no ofrecen más que vulgaridad a mis ojos que miran asqueados y solo me vale ir a la capital, a Madrid, para que esos ojos vean algo de luz, algo de novedad para el alma pasajera de la habitual residencia. No soy ese que antes era dichoso con su trabajo. Ahora y después de ahora toca resistir, abrir los ojos a la normalidad aburrida.

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