Una vez fui a la casa de una amiga de la facultad. Era una casa pequeña. Su habitación, por tanto, era pequeña. A mí me gustó comprobar que se puede vivir independiente por un módico alquiler. Y esta amiga decía: no quiero nada que ocupe espacio. Y luego decía: casi todo ocupa espacio. Tenía una mínima hilera de libros y no quería aumentarla. Tomamos café y nos fuimos a dar un paseo. No recuerdo qué hablamos, pero recuerdo a aquella chica con cariño por dejarme entrar en su casa. La cosa de la vivienda no estaba tan tirante como hoy en día. Seguro que esa chica fue a engrosar la cuenta de profesores de secundaria, como hice yo.
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