sábado, 25 de octubre de 2025

 Oí una conversación de dos jóvenes. Es vergonzoso, decía la chica. Yo me moría de vergüenza. Y dijo el chico: es que fulano se ha hecho vagabundo. No sé qué tenía que ver la vergüenza que pasó la chica con esto de ser vagabundo pero fue así la conversación. Para hacerse uno vagabundo no hay más que echarse una mochila a las espaldas y colarse en el primer tren que salga de la estación hacia un lejano pueblo donde a uno no le conocen de nada. Si puede uno trabajar en algo, pues bien. Si no, pedir en algún sitio un bocadillo y seguir ruta en otro tren hasta que llegue uno hasta la costa de la muerte o similar a base de bocadillos o alguna comida caliente de vez en cuando. Y no desistir nunca de alejarse uno de donde se ha criado. Ahí está el truco de ser vagabundo: extraer como si algo malo fuera toda la raíz que uno tenía en el mundo. Y los vagabundos son queridos del dios del olvido y de la lejanía.

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