El tan manoseado concepto del paso del tiempo en literatura, ya cansa. Pero es que al ser humano, lo que le duele de verdad no es la rodilla o el riñón, sino los minutos que le marcan las canas en la cabeza. Y son muchos minutos al cabo del año y, al cabo del año, el ser humano llora por dentro. Parece que el pasar las horas no es motivo de llanto. Uno no llora por ser un poco más viejo porque está vivo. Pero hay un llanto interior y fuerte cada vez que nos sentimos mayores. Y esa es la dolencia personal y más fuerte que el hombre y la mujer pasan, cuando miran atrás en el tiempo y ayer estábamos en la playa. Y ayer mismo, sintiéndolo mucho, era como hoy.
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