No quiero ni pensar el día en que mi hermano Paco no quiera coger el coche e ir a dar una vuelta, que se niegue a conducir. Iremos, a partir de ese día, en transporte público. Y ya no sé si iremos muy lejos. En esta vida está claro que hay que poner en un papel las renuncias a las que tenemos que renunciar (valga la redundancia). E ir diciendo que no a muchas cosas que creíamos estables, que creíamos que nunca se iban a acabar. Pero todo acaba. A lo mejor iremos a una playa de esas comunales, a un charco de pobres, como dice un conocido. E iremos en autobús o tren. A una hora avanzada, a eso de las 3 de la tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario