No me gusta estar solo, soy un ser social. Pero todo falla en este mundo. Falla la gente, falla el que está enfrente de ti pringando un churro en el café. Y te condenan a la soledad los estúpidos. Porque no se puede estar mucho tiempo junto a un imbécil. Los tratados de sociología universales dicen que el número de tontos en el mundo se podría asimilar a un plaga bíblica. Así que tendré que doblar mi soledad, como si de una manta se tratara, y salir al camino, yo ya solo y entendido, a ver qué gente anda por él y entretenerme ágilmente, en los dominios de la soledad. No queda otra, pues soledad amena es mejor que compañía tarada.
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