Río artificialmente mostrando mis dientes amarillos. Río sin tenerme que reír. El domingo ya va mostrando su cara del fin del fin de semana. La gente se levanta tarde. En las habitaciones se oye un rumor de sábanas pegadizas, enamoradas, dulces para el cuerpo. Y yo me siento bastante raro. Hay una lombarda en la encimera y hay unas urracas que graznan más allá de la ventana. La cura de mis males no es en soledad. Más bien deseo que suene mi móvil de una vez por todas. Que alguien me atienda, que alguien diga: mira, este es Ismael. No sé cómo salir de este callejón oscuro en que me hallo. Respiran los violines de agua más allá del umbral de las soledades.
Miro a ese personaje que soy yo.
Y río sin saber muy bien qué se esconde en la risa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario