Alquitrán. De los pulmones surge una queja continua, un rumor de agobio. Pero yo sigo y sigo. Lo que pudo existir brilla un instante. Yo pedaleando fuerte por la carretera, yo pegando un chut enorme a un balón. Los cirios y las velas se derriten por la acción de un fuego lento y tibio. Las iglesias guardan la fe de los creyentes obstinados. Yo quiero creer en algo que dure más allá de la muerte. Los lejanos árboles que pueblan densamente las costas y los ribazos me hablan, me comunican la lejanía anhelada. Qué cosa hay en las carreteras, qué diálogo sutil entre el coche, las ruedas, el volante y el futuro alejado. Mi vida transcurre en unas aceras ya vulgares ya transitadas por la repetición sin nombre de mis pasos. Démosle la vuelta al infinito ser que vive de la pobreza de cercanías olvidables.
Quiero ser un amor a descubrir tierra,
tierra que danza a lo lejos.
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