martes, 25 de febrero de 2025

 A imitación del sol, pero con una timidez muy grande, casi infinita, las farolas se encienden pero no alumbran a nadie. Nadie quiere saber ya nada de la noche. No hay bohemios, como antes. No hay que apurar con canciones la oscuridad. Noches de bohemia e ilusión, decía la canción. Ya nadie canta. Pero en los hogares se desenvuelve un amor grande a los hijos que hay que cuidar, tan sensibles, tan esponjas que todo lo absorben, tan listos que se aprenden las canciones del colegio y la tabla de multiplicar y los nombres de todas las plantas y animales que pueblan la Tierra. Estos niños no se darán cuenta de los cambios de gobierno, de lo que dicen los políticos cada vez que hay elecciones, pero sí sabrán la tabla periódica, los nombres de los escritores afamados y el nombre de una tía mayor que vino a un cumpleaños hace tiempo. Hace tiempo, todo es hace tiempo. Y, en el tiempo, devenimos señores serios como la tabla de multiplicar.

Un niño aprende.

Pero lo que aprende no le vale para entender el mundo del todo.

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