martes, 25 de febrero de 2025

 Por la mañana, los ciudadanos, por el mero hecho de pisar la acera, tienen los contornos muy limitados. Unos son gordos, rebosan carne. Otros, al revés: nos enseñan sus huesos pegados a la piel. Por las calles, la luz, esa luz indecente y atrevida, se pega a la figura de cada uno, también se pega a mi ropa de calle, a mi esencia carnal. Dicen que el cuerpo, con todas sus alegrías y todos sus defectos, se queda aquí, en la tierra, y el alma sube al cielo. No sabemos los mortales cómo sabemos. Nadie come a un semejante en condiciones normales. Así que no sabemos a qué sabe la carne humana, el filete de la persona que se cruza con nosotros. Es un misterio el cuerpo humano, tan diestramente trazado: sus piernas para la traslación, las manos para manejar el cepillo de dientes, etc. La vida es un misterio en todo orden de cosas. Por ejemplo: todos hablamos de la seguridad social. Pero, ¿sabe alguien lo que es la seguridad social? ¿Y los aullidos de los monos o el zumbar de las abejas o el mugido de una vaca? ¿Sabe alguien de algo en este mundo? El misterio de este mundo es un mundo de misterio.

La luz, el primer misterio.

Los ojos están hechos para la luz pero rompemos la noche con farolas eléctricas.

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