Me dijo: sigue tu camino. Y yo lo seguí y le olvidé al instante, como que mi camino era muy distinto al suyo. Mi camino deseaba la verdad y ser útil para alguien. Mi camino estaba lleno de cuidados, cuidados que podrían durar un mes si fuera necesario. Y el camino de él no sé yo dónde estaba si no fuera un almacén y viajes y caprichos (eso creía yo que era su camino). Y entonces, cruzando el paso de cebra ya mi camino se borró del suyo prontamente y definitivamente y ya no le vi y ya dejé de saber de él y ya el olvido vino como un camión que descarga su masa de arena o de ladrillos.
Hay caminos que se bifurcan.
Hay caminos que no se cruzan nunca.
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