Los periódicos llenan España de miseria moral. La lluvia, si existiera, quizás limpiaba el ambiente de corrupciones varias. Ando al kiosco, compro palabras que, unidas, crean frases y párrafos aparentemente coherentes. Pero, cuando llego a casa, yo no sé expresarme, no sé dónde están mis palabras y mis párrafos propios. Voy escribiendo esto que veis para así, dejar constancia de que existo. Solo procuro eso: que mis pensamientos circulen en frases, que se llene esta blancura de la pantalla con el lenguaje mío, individual, quizás necesario. No sé cómo podría yo estar en otro sitio, al lado de un límite costero o montañoso. No sé cómo podría yo dotar este viernes de una consistencia que me hiciera otro. Otro mundo deseo. No este de párrafos periodísticos, de una farola que, en la mañana, se calla humildemente. Quiero salir de las inmediaciones, saltar a la frontera, a la frontera querida de algún sitio lejos.
La lejanía:
esa fuerza irracional que lo contiene todo para matar lo cotidiano.
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