La protagonista de esta historia o novela no piensa más que en dormir. Para ello, se encuentra con una psiquiatra que le receta un montón de pastillas, tranquilizantes, ansiolíticos, somníferos, etc. que ella toma indiscriminadamente. Galdós fue un gran observador de la clase media española decimonónica. Quevedo fue un gran satírico. Otra tirada, salió en un periódico un escritor que contaba crímenes pequeños. Las víctimas de esos crímenes era gente del común, no ricachones. Dios dio alas a la hormiga para morir más deprisa. No tengo ganas de hacer comida. Hoy toca pescado. Por cierto, el crimen que se comete en esas novelas de ese escritor es sobre un pescadero del barrio que aparece con un cuchillo clavado en el corazón. No se sabe quién muere ni quién vive. No me gustan los cotillas. No me gustas tú. El corazón de los viejos dice tantas cosas que resultan irrepetibles. El color del aguacate es verde por fuera. Ese escritor también mata a un mecánico del barrio por puro placer. Hoy parece que el gusanillo de la muerte no aparecerá subiéndose por las paredes. Alea iacta est. Hodie dominicus iacet bellum.
Si no duermes con la regularidad del reloj,
al día siguiente te despertarás en la incierta hora de un dolor antiguo.
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