En "El archipiélago Gulag", de un escritor ruso de un apellido difícil, más o menos, Soseniski, novela de la que yo leí solo el comienzo, se cuenta cómo funcionaba la antigua KGB rusa, eliminando familias enteras que no eran adictas al régimen soviético. Era una purga de dimensiones extraordinarias. Igual que hicieron los nazis con las SS. Los extremos se tocan. Ya me he leído "Mi año de descanso y relajación" de Ottesa Moshfegh, cuyo final es increíble. Esta escritora de origen iraní coloca en un piso de lujo de NY a una joven que no quiere más que dormir. Para ello, toma pastillas que le receta una psiquiatra muy rara. El final es esta joven viendo el video del 11S, las torres gemelas en llamas una y otra vez. Unos cuerpos son como flores, otros como puñales. Cuando avanza la vida, vemos nuestro propio acabamiento. Es bueno, por ello, no juzgar nuestro pasado con severidad. Quien mal come, a la cara le sale. La vida es esa tontería sufriente que hay que tolerar para ir quizás al cielo.
Yo extraeré para ti la presuntuosa
raíz de la columna vespertina. Y la luna la bañará en dulce compás.
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