Íbamos a unas cumbres que quedaron retratadas sutilmente.
La hora pasó allí, el vendedor de canastas nos convenció.
Pronto voló el tiempo, pronto pasamos pueblos de siglos.
Otra vez se detuvo el andar, comunicándonos su amistad.
Las ruedas giraron, el motor anunció el destino y ligero
entró en la ciudad.
Allí estábamos. El regreso fue sincero. El regreso
aceleró el alma como si fuera de fuego.
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