domingo, 22 de octubre de 2023

 Atravesado el corazón por una pasión informe y dudosa, el héroe de leyenda tiene en los ojos un eterno castigo. Pasan los minutos y el mundo está sereno, no contaminado por la tristeza del diablo. ¿Cómo vas?, dijo el hombre del traje gris a un desdichado oficinista. Los hombres no se cansan de pecar. Lo hacen a diario. En otro libro yo también leí que los albañiles se caen de los andamios y se quedan paralíticos o muertos en el suelo. Las guerras las provocan los temerosos del vecino. Los insectos devoran la ceniza y me roen las noches. A tiempo sabe el peso de un piedra dura entre las manos. Fumo otro cigarrillo. A rosado vino me sabe tu desconocimiento de mí. Ese escritor contó la desdicha de una familia que va a California a recoger la fruta de los árboles y no obtienen más que la ruina de sus personas. La vida va cambiando penas por cenizas, dolores por lúgubres habitaciones donde anidan los nervios del vivir constante. He bebido agua. Con razón dicen que la necesidad obliga.

La consciencia de la mañana, esa mañana crespa y tortuosa

nos incita a hacer del dolor una cadena paciente de minutos.


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