Hace mucho que el frío cumplió años. Yo no leo novelas de crímenes que luego se han de resolver. En casa, al calorcillo de la calefacción, se está bien. Debo olvidarme de personas que no aportan nada a mi vida. El ruiseñor invita. Yo leí en algún sitio la historia de un padre que, por el amor a sus hijos, los mete en colegios privados. Allí aprenden estos hijos de los ricos compañeros que van a NY y no de los libros. Y así salen estos hijos: señoritos pobres. El mundo no es la masa aunque tenga su música. También leí de un hombre que sale de la ciudad él solo buscando la paz que no encuentra entre pasos cebra y semáforos y llega a una aldea y no sirven sus brazos para la tarea agrícola. En la cumbre por fin, la última cumbre. Qué inteligencia portentosa la de este hombre: dice que un objeto, si no se para, se topa con otro objeto. Es todo ir y venir y hacer cosas ya repetidas. En Burgos el alma estaba en calma. Hoy parece que la ansiedad no aparece.
El mediodía terrenal, con su tedio de siglos
avanzaba hacia la luz y el fuego.
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