Era un señorito muy enseñoreado que disfrutaba enormemente con los aparatos. En sus horas libres encendía la radio durante un tiempo, se cansaba y encendía la televisión, se daba un paseo, y nada más volver cogía su máquina de fotografía y pasaba otro rato viendo fotos. Se iba a la calle a tomar un café mientras llamaba a un amigo por el móvil y se le pasaba otro rato y por fin el aparato estelar: su PC. Con él cerraba la sesión. Le llamaban Pedrito el aparatitos. Él se defendía diciendo que la vida era pasar el rato como se podía. En el tiempo que no estaba tocando los cojones con ningún aparato hablaba con la gente de sus problemas existenciales. Su segunda afición era la de viajar, playa de masas y excursiones en grupo. Todo este escapismo de aparatos y viajes le tenían descentrado y poseído. No podía aguantar un momento quieto pensando, todo era en él actividad acústica y visual. Un día le vieron por la calle con unos cascos, en bañador y al hombro una toalla. Iba cantando Eva María se fue. En vista de que su magín ya no daba más de sí las autoridades sanitarias le buscaron una estancia para casos extremos y se le ve por sus pasillos y los jardines con una radio en la oreja y unas pilas de recambio en la mano. Desde que se levanta hasta que se acuesta no para de pasear escuchando su radio. Una forma de evasión.
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