Me levanto con una sensación de derrota ante el día, como si este día que voy a vivir estuviera viciado por una atmósfera hostil. Debo hacer lo posible para que esta mañana de sábado no me pueda, no pueda con mi ánimo de persona con enfermedad mental. A veces me pasa: veo el día que empieza y veo lo mismo que ayer y me pongo malo. Tendré que hacer un esfuerzo de imaginación o de talante para que este día sábado no me amargue la vida. Iré por la calle de los mercados, por la calle del barrio a ver si ese recorrido me sube el ánimo, me llene un poco de ilusión el alma. Y tomaré un café en un bar y charlaré con los camareros. Y procuraré ser feliz de algún modo, de algún modo.
Tenía un libro sobre la mesa
que fue la salvación de la mañana.
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