El ajedrez es un juego bastante complicado. Las figuras o fichas tienen unos movimientos determinados. A veces, se hace una jugada velada, que si el contrincante no ve, puede causar su derrota. Así me parece la relación que yo tengo con mi familia: no cuentan a dónde van ni lo que hacen. El juego se convierte no en un ejercicio complicado, sino en una ocultación de hechos que parece propio de niños pequeños. Nadie sabe lo que hacen los demás, como si fuera una jugada de ajedrez que no tiene mucho sentido, pues al final, no nos enteramos nadie de lo que hacen los propios familiares. Un día, Paco y yo fuimos a ver al hospital a mi cuñado. Ni mi hermana ni mi cuñado nos dijeron de qué le habían operado ni cuál era su enfermedad. Hasta ahí llegan las estupideces de mi familia. Sin contar los viajes, las aficiones o los desencantos que tenga esta gente que me rodea. Nunca lo sabré de boca de ellos.
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