Las palomas sueñan que vuelan cuando duermen. Los gatos se ausentan de casa. Las monedas que tengo no dan para un café junto a un escritor. Los pelos se me erizan cuando pienso en los fines de semana tardíos. Un perro ladra canciones de lujurias hoscas en el hotel Budapest. Dormitar un verano puede ser la llave del año. No tengo dinero para cuando sea viejo pero sí para pagarme un helado de leche merengada. Mi hermano transita por la casa como transita por la noche, obnubilado y triste. Las cabezas de ganado pastan hojas de manuscritos de novelas ya abandonados por las musas tontas del viejo valle. La enfermedad mental se cuela como la lepra en los cuerpos dejándolos inútiles y doloridos. Yo no ceno muy a gusto estos días, será porque ceno con la luz del sol todavía acechante. Me acuesto y veo una ilusión: las olas diciendo sí todo el rato a la arena.
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