Tengo ciertos miedos. Me vienen y me van ciertas ideas de la poca sustancia que tiene la vida a veces. Paso nervios pero he de aguantarlos. Por eso escribo. Me calma escribir. Es como un niño que llora y le dan un palito con el que golpear el suelo. Quizás el niño olvide la causa de su llanto y se concentre en golpear el palito. Así me pasa a mí con esto de escribir. Es una comparación la mar de exacta. Escribir es como el palito del niño. La vida, a veces, viene torcida como una rama que ha sido zarandeada por el viento: unas veces al sur y otras al norte y otras en otros sentidos y la rama ha salido muy torcida. Los enfermos mentales como yo somos como esa rama que zarandea el viento. A veces no sabemos estar rectos ante los embates de los vientos. No digo yo que hay que sentir lástima por los enfermos pero sí tener conciencia de que somos distintos a los demás. A un cojo no se le debe tener lástima, sino ser su amigo en todo lo que se pueda y ayudarle. Así a los enfermos como yo. Ojalá hubiera más cariño y comprensión en este mundo de la que hay. Hay muy poquito de eso hoy en día por culpa del egoísmo que hay entre la gente.
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