Hoy Paco y yo hemos ido a Madrid. Queríamos ver cómo había quedado lo de la Plaza España. Estaba llena de máquinas de obras, así que todavía no han acabado. Lo han dejado todo peatonal, eso sí y calzada que pasaba por allí, ha quedado soterrada. Madrid para mí es como un escaparate humano, como una galería de gentes que van, vienen y entre medias, hablan por el móvil o hablan a un interlocutor. Yo oigo, me doy cuenta de lo grande que es el mundo y luego, me vengo para casa. Le he dicho a Paco que estos días yo no veía mucho sentido a mi vida. Dice Paco que ese sentimiento no es duradero y sirve luego para progresar o sacar algunas conclusiones sobre tu vida que antes no tenías (eso es lo que yo le he entendido). Cuando he llegado a casa, he analizado el paseo por Madrid y lo doy por bueno. Cuántas veces, estando aburrido en Majadahonda he pensado que me gustaría estar en Madrid. Ya he estado, me he comido un bocadillo de calamares y me he venido. Lo que mi ojos han visto quizás mis manos lo cuenten un día.
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