domingo, 23 de enero de 2022

 Son las 3 de la tarde y no he fumado en todo el día. Hoy va a ser el segundo día que no fumo. Como chocolate y bebo leche con café con frecuencia pero no fumo. Ayer, leyendo una novela, un personaje dice que Dios ama el que el hombre reniegue de su felicidad, que sea abnegado y renuncie a sí mismo para darse a los demás o algo así. Yo últimamente conozco poco lo que es la felicidad. Me muevo en un ambiente más bien deprimente que otra cosa. Con mi hermano no conozco las expansiones del ánimo, las alegrías por fiestas o por celebraciones de algún tipo. Llevamos una vida aburrida sin alegría de ninguna clase. Si a esto se le puede llamar abnegación, pues abnegados estamos mi hermano y yo. Con esto de la pandemia es que ya no se ve ni gente por la calles o por los cafés. No es que en mi vida no haya alegría, es que además la crisis se ha extendido por toda la ciudad y ya no vemos a la gente que veíamos antes, ya no nos reímos, ya nada. Si nos damos una vuelta con el coche tampoco vemos mucho más que lo que vemos por Majadahonda. En fin, qué se le va a hacer

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