Dice otro poeta, Caballero Bonald, que la poesía sirve para evocar recuerdos del pasado y así sentirse feliz. Bonald quizás sea un hombre que vivió una infancia dichosa y así, recordar con su poesía su infancia, le lleve a recorrer ámbitos de felicidad. Cuando tenemos ya una edad, el mundo se nos hace un tanto penoso: todo avanza, todo se moderniza y nosotros parece que nos quedamos atrás. Quizás para eso sirva rememorar el pasado nuestro y nuestra infancia. Yo podría recordar una bicicleta roja, a mi hermano gemelo y a otros amigos pasando un feliz rato en el juego de pelota, en el río o por la carreteras que llevaban a otro pueblo. En fin, todos tenemos recuerdos que llevarnos a la memoria y, con ellos, construir un presente hecho de tales rememoraciones para poder aguantar este presente que es un tanto obtuso de entender cuando se cumple una edad. Hay gente que tiene una habilidad portentosa para estar al día. La mayoría de la gente de edad no está al día, sino muy sobrepasada por la modernidad. De todas formas, recordar nuestro pasado nos devuelve a una realidad que cabía en nuestras manos, que podíamos mirar sin derrota, que era manejable por nuestra razón.
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