Se entrevé el mar azul, solo se entrevé. Domina en mi alma esa masa de agua que empieza donde acaba la tierra. Son trescientos kilómetros, quizás un poco más, para ver el inicio de la sal y la arena. Vibra el aire del salitre, vibra el cielo que se refleja en las anchas aguas. Los caminos están ahí para recorrerlos, para hacer de ellos una manga de alquitrán que alfombra las olas de lejos, el líquido fulgor. No estoy aquí dentro sino allí lejos, pendiente del asombro de la vida marina, de los peces y las estrellitas de mar, el mar al fondo, no solo de mi casa sino de mi deseo.
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