No tengo muchas ganas de escribir porque solo llevo un par de horas levantado y no me vienen ideas a la cabeza. El lunes está tranquilo pero como con ganas de torcerse, de desviarse de la calma mañanera. Solo si estás distraído con algo que te reporte una ganancia parece que el lunes tiene sentido. Los lunes salen de la noche invadiendo la semana, llenándola de imperiosas demandas para el trabajador. Los lunes son tremebundos a veces, te meten en el lío de la mañana a empujones, a golpes de realidad triste. Luego, por la tarde, parece que los lunes se apaciguan un poco, matan su ira de inicio de semana contra la pared de las horas ya pasadas. Pero no hay que confiarse: los lunes duran, duran más de lo que aparentan o miden las horas difíciles.
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