El que no asienta la cabeza, se da con ella en la realidad de la vida. Y la realidad de la vida no es muy amable que digamos. Llega una edad en que ya no podemos jugar al fútbol, pero podemos andar unos kilómetros. Llega una edad en que no valemos para las fiestas y tenemos que renunciar a ellas y la fiesta está en casa y la fiesta cede el paso a la tranquilidad del hogar, a los libros y a dedicar tiempo a los nuestros. El que no asienta la cabeza nos parece raro, nos parece que, en vez de tener unos años cumplidos, tiene tonterías que no comprendemos. Hay una edad para todo, hay una edad para decir que no a ciertos caprichos. Hay una edad, en suma.
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