Lo único que me consuela de estar pendiente de médicos y jeringuillas es fumar. Fumar me ausenta de todas esas obligaciones médicas, de todo ese llevar mi cuerpo a que me lo traten. Fumar me marca un tiempo, me evade por unos minutos de dónde estoy y por qué estoy allí o aquí. Fumar me incita a escribir, me incita a poner orden en la mesa donde escribo, a seguir una narración y no dejarla incompleta. Fumar me marca el diálogo con los demás, me quita un poco del aburrimiento, me aleja de la rutina de los días. Fumar me ayuda a concentrarme, me mete en el día, en la gente, en la novela que escribo.
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