Surge el sol, un disco de llamas amarillas que expande su luz al mundo. La mañana va creciendo poco a poco. La gente hormiguea la ciudad y la llena de movimiento: el pan, la farmacia, la frutería... Poco a poco, digo, los cuerpos se baten en las aceras. Los cuerpos ancianos van lentos. Los cuerpos aún jóvenes van con más vigor. Es la ley de la vida representada cada vez que el reloj da salida a los ciudadanos por las calles. El dolor de vivir se disimula como sea y el dolor sigue ahí, pero los dolientes lo espantan hablando con el vecino: mira lo que me pasa. A mí esto otro. Lo mío es más importante porque me pasa a mí. Qué pensará este tonto de mí. Ni me ha hecho caso. Es un egoísta.
Muchos soles se reunieron por el dolor
de no ser humanos, ese privilegio.
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