Paseo por la peatonal con un amigo. El amigo me cuenta. Me cuenta sus planes, el recorrido que hace en verano con su familia. Esos planes, a mi modo de ver, resultan agotadores: muchas horas de conducción en coche. Va a la Coruña, va a Portugal, va a Zamora y va a otros sitios. La verdad es que me lo cuenta y yo me quedo alucinado. Cuántos kilómetros. Luego vengo a casa y escribo. Me gustaría quizás conocer el nacimiento del Ebro o estar en una playa poco concurrida. Las aves vuelan, los reptiles reptan y los elefantes andan muy despacio. El caso es seguir andando si no se para la patata. El andar hace camino, el andar entrena la vista y el oído. El andar conduce a algún sitio si ese sitio merece la pena.
Daría parte de mi cuerpo por ver quién dirige esto,
para descansar de imaginar el mar pleno.
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