Corre una brisa primaveral de ventana a ventana de la casa. Suenan ruidos de elecciones (un coche con un altavoz) y ya parece que lo gordo del día pasó y viene la calma y la melatonina al cerebro y nos sentimos relajados por efecto de una tarde que ya deambula a la noche. Es hora de salir a dar un paseo sin locos con carné, es hora de merendar o dar un paseo al perro. Es hora de despreocuparse del hoy que ha pasado y del mañana. Las endorfinas hacen su trabajo y nos calman también. La gente no parece samuráis ni soldados de la II Guerra Mundial. Ya todo está en calma, como decía Gardel. Pronto el lecho nos llamará, nos tenderemos y mañana habrá otra batalla, la gane quien la gane.
Se puso al lado de la butaca rosa y se calló.
Solo abrió la boca para comer.
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