Se acabó el ir a la ciudad de las dolencias. Poco a poco, el sol se levanta anunciando primavera. Ya todo está seco, no llueve. Suenan los perros de la mañana a la noche. Los perros, en esta urbe, son como los ombligos. Las putas no ganan suficiente dinero para dejar de serlo, no pueden montar más negocio que el de su coño. Las hay correderas, las hay montoneras y las hay albenderas. Las hay de toda clase y condición. Ellas mismas crean una especie de sociedad de clases. La vida en retaguardia es muy dura porque no llegan los alimentos. Los alimentos van a las trincheras, donde uno ha estado. Iré, si puedo, al rollo de la poesía porque me lo paso bien. Un poco de poesía en la gente no estaría mal porque, a lo mejor, cundía la idea de la paz y la concordia.
Estaban ensimismados de pie, junto a la ventana,
para ensalzar al unicornio.
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