De repente, en medio de la oscuridad, vi dos ojos muy grandes e incandescentes. Estaban lejos pero se movían de una manera desaforada, como si perteneciesen a un animal que se agitaba, intranquilo, en la jaula de la noche. Y es que hay que ver cómo está de tontos el mundo. Pobrecillos, se creen que todos son como ellos, así de estrafalarios y raros, que no soportan que les digan que se vayan a la porra. Y van y lo cuentan. Mamá, papá, que me quieren hacer rabiar. Bueno. En el rastro hay multitud de cosas para que los tontos disfruten. Así que, un domingo madrugas un poco y te vas al rastro a ver qué encuentras.
Puede pequeña cosa y de poca valía
facer gran provecho y dar mejoría.
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