Dice un refrán: una cabeza sola nunca se pone de acuerdo. Pero si no tienes más remedio que vivir tú solo esta vida, seguro que sí te pones de acuerdo. Por lo que te pueda pasar. El refrán se refiere, si acaso, a que, cuando hacemos cosas, antes las pensamos con otros, consultamos a otras personas que son más duchas que nosotros mismos en ese terreno en el que no sabemos qué hacer. Y vaya que nos buscamos la vida para encontrar a esa persona que nos dé la clave para saber conducirnos en este mundo de charcos diseminados por nuestra geografía vital. Vaya que nos enteramos de aquello que queríamos saber para resolver ese lío en el que estábamos. Preguntamos quizás, primero, a un compañero de trabajo que nos da un nombre. Luego preguntamos a quien lleve ese nombre y luego quizás ya encontremos a la cabeza idónea que nos resuelva el tema.
Es así:
dos pasos de frente y miedo.
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