Son los minutos previos a cualquier acontecimiento los que más duelen, los que más marcan la espera. Cuando ya lo has hecho o has pasado por ello, casi ni te lo crees. Y esperas otra ocasión en que haya minutos previos. Si esta circunstancia se prolonga en el tiempo, llega la angustia. Es mejor olvidar por el tiempo necesario esta tortura del reloj que parece que no anda. Es mejor no desesperarse, no esperar si quiera que el tiempo pase o llenar ese tiempo matador con alguna actividad. La gente se cree que puede entrar en tu vida, en tus minutos previos como Pedro por su casa. Pero no: tus minutos previos son tus minutos previos. Nadie los puede vivir por ti. Como cuando se tiene un hijo o te operan de algo o vas a ver a alguien muy importante para ti. Esos minutos anteriores a algo.
Miró a la vaca con deleite, con suma atención
antes de comprarla.
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