Conocí un tipo al que le gustaba la ortografía. Le interesaba cómo se escribían las palabras. Pero eso era todo. Solía leer los periódicos en la biblioteca. Yo le pregunté qué periódico leía y él me contestó: "Hay varios". El tren arrancó sin él pero, ¿qué iba a hacer él solo cuando llegara a destino? Las musarañas se descolgaron del techo y acudieron en masa a sus ojos. El día que pasó todo, nadie le llamó y se vio solo y no cogió el tren porque sus familiares eran cobardes y tristes. El día que pasó solo gente extraña habitó su casa por la mañana y por la tarde todavía había un regusto de extrañeza en su cerebro, como si le hubieran golpeado con un palo. El día que pasó aquello, comió langostinos y se acostó y no pensó hasta luego, mucho más tarde porque ese día en que pasó todo no podía pensar.
Adelántate, adelántate
y mira si alguno
daría algo por ti.
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