Cuando yo daba clases y tenía que explicar una obra antigua de un escritor antiguo que usaba unas expresiones igualmente antiguas y que escribía de unos sucesos antiguos, se establecía una distancia enorme, por no decir insalvable, entre ese autor y los alumnos. Cuando yo explicaba el Poema de Mio Cid, que cuenta las hazañas de un guerrero que tomó Valencia a los moros, había cosas en ese poema incomprensibles para los alumnos porque pertenecían al mundo de la Edad Media.
Cuando yo traté de explicar un autor como Larra, del 1800, y las cosas que escribía lo hice como pude, no como quise.
Hay que ser muy listo para salvar los puentes existentes entre épocas, costumbres, gustos y palabras que hay entre los siglos para explicar la literatura, algo que parece inútil para nuestra vida diaria.
Yo les decía a mis alumnos que con la literatura se adquiere mucha cultura, saber lingüístico sobre la propia lengua, valores estéticos, etc.
Pero el alumno está preocupado por lo que va a caer en el examen, por datos concretos, no por la belleza de un poema antiguo e incomprensible.
Y yo no era listo. Yo daba los datos de rigor. Yo creía que al que le gustara leer, ahí tenía el libro, el diccionario y el tiempo que quisiera dedicar a leer esos libros: la literatura llama, no hay que hacer un tortuoso camino para llegar a ella. La literatura se lee, no se explica y yo no era muy listo para explicarla, pero sí la he leído mucho por mi cuenta.
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