Escribir es una actividad solitaria que sólo afecta en su primera fase, la creación, al que la practica. Porque sólo el escritor sabe si su obra está bien o está mal en un principio. Luego, los lectores opinan de esa obra. Opinan de un manera muy libre: si les gusta, siguen leyendo y si no, no leen más.
Del escritor sabio depende hacer un libro que enganche al principio y no deje de tener valor. Decía Goethe que la belleza es el equilibrio entre el contenido y la forma. En este caso el contenido es lo que se cuenta y la forma es las palabras que se han elegido para contarlo.
El escritor bueno sabe que no sólo lo que cuente vale. Hay escritores que hablan de dragones, de enanos, de princesas, de castillos y de batallas, cosas todas ellas sorprendentes y alucinantes pero lo cuentan tan mal, sin la gracia que tienen las palabras bien elaboradas, que lo que cuentan se convierte en un rollo en las primeras cinco líneas.
El escritor debe sufrir para hacer una obra considerada, buena, digna e incluso excelsa.
Solo en el sacrificio está el arte.
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