Los escolares romanos solían tener un pedagogo griego que les guiaba en los instrumentales de esta lengua (la griega) para mejorar en los trabajos literarios y oratorios estudiando autores como Homero (clásico entre los clásicos) pero también estudiaban a Eurípides, gran trágico, o a Demóstenes, que hablaba tan deprisa que se metía piedras en la boca para atemperar su elocución. Emulando a estos genios del lenguaje hablado y escrito, surgieron en Roma imperial genios como Cicerón, Virgilio u Horacio.
Yo, como no tengo pedagogo y quiero pulir mi estilo del modo que sea, he elegido este blog para escribir de temas variopintos e ir imprimiendo a mi modo de escritura unos matices estilísticos, líricos y narrativos de índole lingüístico literario para poder encumbrar mi modo de expresión a las alturas más insignes que darse puedan y teniendo en cuenta siempre a estos magos de la oratoria escrita y hablada como fueron los griegos que acabo de nombrar.
El arte es difícil, como difícil es componer un panal.
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