Esta tarde me he sentado a revisar y cambiar algunos aspectos de mi novela y no he podido porque al leer mi novela no la he considerado buena.
Parece mentira lo que hace en nuestro espíritu la percepción de las cosas.
Mi novela, desde luego, no es un dechado de virtudes literarias como para enmarcar; está hecha a base de golpes de escritura que daba yo cada tarde como entretenimiento. Quizás carezca de la calidad y de la tensión narrativa que haga que sea un buena novela.
Quizás por eso decidí renovarla y quitar elementos que la impedían una pureza argumentativa desde la que pulir el lenguaje de lo que cuento para hacerla más llamativa o más bonita.
Mi verdadera intención es esa: trabajar el lenguaje de mi novela hasta hacerla lo más atractiva posible al lector.
Isabel la Católica, que tenía una gran formación humanística y literaria proponía esto a los escritores de su época: sencillez escogida.
Mirar bien el vocablo que se usa pero que sea legible y entendible a todos. Eso quiero yo conseguir en mi novela.
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