En la segunda parte del Quijote, el gran narrador Cervantes usa una expresión concienzudamente: la mentira y la verdad andan siempre como el aceite y el agua, entremezclados y el aceite, a veces, sobrepasa al agua, que es clara y transparente como la verdad.
Acontece entre los seres humanos que un malentendido tiene la delgadez que deja el aceite cuando flota en el claro elemento y a raíz de ese malentendido, la verdad de los sentimientos que había entre esas dos personas pierde su claridad y todo se enturbia con lo que todo se va al traste porque en las relaciones entre los hombres no debe caber la menor sospecha si entre los dos manda la voluntad de quererse y ayudarse mutuamente.
Cuando alguien desconfía de otro, todo empieza a ir mal y la comunicación se posterga en vicio de la sospecha y la desconfianza que hace que el amor que había se pudra, porque no se habla la herida que causó esa desconfianza o ese malentendido.
Hablemos sinceramente con los que queremos sin herirlos, contando las cosas con delicadeza e intentando subsanar susceptibilidades que se crearon por motivos que quizás nunca fueron queridos.
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