Leer y escribir. ¿Se va bien en la vida leyendo y escribiendo? Unos dirán: te haces sabio. Otros dirán: te vuelves oscuro y misterioso para los demás.
Yo no tengo con quién hablar de libros, esos que me ofrecen ratos de bienaventuranza al lado de la luz de la ventana.
Una alegría no comunicada no es ni media alegría, como me pasa a mí cuando leo libros, sus historias mueren en mi memoria y no van más allá. Cuando escribo, no sé si escribo para mí solo, no tengo nadie que me dé ánimos, mi escritura es de las más solitarias.
La gente cree que es duro levantarse por la mañana con un fin determinado. Pero también es dura una actividad en la que me encuentro más solo que un presidiario, contando las horas para que la historia surja, sea buena, como el presidiario cuenta las horas para que entre la luz en su celda y de sentido a ese reducido rincón.
Así las historias que yo escribo quiero que me den luz sobre mi vida y algún día sean buenas y salga yo de esta cárcel en la que no recibo visitas, en la que estoy solo con mis historias, atormentándome.
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