Las farolas, menos mal, con su tierna luz
mantienen la oscuridad de la noche más vigilada.
Mientras, en el campo,
animalillos de pelaje oscuro y suave
se deslizan por la tierra que los acoge
como seres que la tienen por amiga.
La ciudad, en claroscuros de indigencia o prosperidad
cena sus viandas estrechas o anchas
y los animalillos del campo buscan
también qué comer en esta noche oscura del invierno.
Los que se hartan eructan al final
y los que roen pan duro y un huevo
se van a acostar como los animalillos del campo,
sin hartura ni deseo.
El día siguiente
los autobuses van raudos con los prósperos
y los malcomidos a que el futuro
depare a ambos
más días, más trabajos, más desgracias.
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