A la entrada de la Plaza
un aire frío, como a propósito,
refrescó mi cabeza
que iba llena de un turbio pensar.
Las gentes, las calles, montones de caras
vinieron a mis ojos como espejos
en que mirarme
y mirando dentro de mí
vi que estaba equivocado.
Luego, el andar por la ciudad,
un café sentado,
un autobús con más gente
y por fin, mi casa,
donde yo era yo otra vez
transitado de diversas suertes de vidas.
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