Nadie quiere horas que no pasan,
cabeza que piensa en círculos,
la teoría de una vida que se cansa en un sofá.
La mañana te arroja a la calle,
te tira delante de los caminantes,
te abandona en un rincón
y tú lees las noticias del periódico
como si leyeras las mentiras de este mundo
que te deja solo
en medio de un circo de horas sabidas.
Y caminas para quitarte de encima
tu propia frialdad, tu sueño,
tus ropas ya cansadas de soportar tus huesos
que se amontonan en el asiento triste de los desocupados.
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