En invierno, las sombras llegan pronto a las casas, los pasos suenan distantes, huérfanos y deprimentes. Todo el ánimo está expuesto a sentirse cohibido y frío ante el tiempo oscuro y helado.
Yo estaba en mi casa, escribiendo en un blog, cuando oí, justo al atardecer, la hora en que las sombras inician ese proceso de acaparamiento de las almas y de los seres, un grito de desesperación y muerte en su final. Sabía que alguien había muerto en la vecindad pero yo apenas conocía a nadie en el bloque de pisos.
Salí al rellano y todo estaba en una extraña calma, una calma estremecida de lo que había tenido lugar: un asesinato. No había duda. Pero ¿quién había matado a quién? Oí pasos que bajaban del cuarto piso. El vecino me preguntó:
-¿lo has oído?
Yo dije que sí. El vecino dijo que era cuestión de días y ya pasó, ya murió la vieja.
-¿Qué vieja?- pregunté.
-La que martirizaba al joven del piso de al lado mío con echarle si no pagaba el alquiler.
Subimos al cuarto piso y vimos la escena. El pobre chico lloraba arrodillado delante de la vieja acuchillada.
-Es que cuando hay crisis...-sentenció el vecino
Yo me vine a casa, a seguir escribiendo en el blog hasta que llegó la policía y me interrogó.
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