La mañana avanza con su tic-tac demorado. Todo va lento como el curso del sol. No hay ambición en el alma, no hay preocupación.
En el sueño de esa noche, oscuros fantasmas del pasado han acudido a recordarle qué hizo, con quién estuvo pero por la mañana esos fantasmas se alejan porque ya no tienen peligro, ya no son más que fantasmas. Ahora paladea en su interior el amor que tiene hacia su novia, su más fiel cariño en la tierra.
Ayer estuvo con ella y ella le dijo que es feliz con él. No hay otra cosa en la mañana que esas palabras, que ese reconocimiento de que los dos se quieren.
Ella es como una manzana: sana y espontánea, dulce y sabrosa.
Su recuerdo dura toda la mañana y hace que ese gajo de día alumbrado por el sol sea más beatífico, más ordenado, más querido por haber traído su recuerdo mientras el reloj da las horas sin más ocupación que recordarla, amarla en el recuerdo, verla presente en su memoria.